En el cumplimiento de su misión de conectar la investigación, las políticas y la práctica para promover el aprendizaje sobre los enfoques de la gobernanza de la tierra y los recursos naturales, Iniciativa para la Equidad Global es partícipe en áreas de protección comunitarias, paisajes sostenibles y lo que ahora se conoce como “otras medidas efectivas de conservación basadas en áreas” u OMECs. Esta es parte de una serie de publicaciones en las que compartiremos algunas de nuestras reflexiones sobre lo que este tipo de iniciativas pueden contribuir a la sostenibilidad y la conservación.

 

Ampliando los valores ambientales más allá de las áreas protegidas

En el marco del Convenio sobre la Diversidad Biológica, los países del mundo han acordado una serie de objetivos estratégicos, así como unas metas para alcanzarlos conocidas como las metas de biodiversidad de Aichi.  La Meta 11 de Aichi es una meta basada en zonas geográficas y centrada en los paisajes terrestres y marinos:

Para 2020, al menos el 17% de las zonas terrestres y de aguas interiores y el 10% de las zonas marinas y costeras, especialmente las que revisten particular importancia para la biodiversidad biológica y los servicios de los ecosistemas, se habrán conservado por medio de sistemas de áreas protegidas administrados de manera eficaz y equitativa, ecológicamente representativos y bien conectados, y de otras medidas de conservación eficaces basadas en áreas, y estas estarán integradas a los paisajes terrestres y marinos más amplios.

El progreso hacia la puesta en marcha de todos los aspectos de esta meta ha sido lento, con mucha atención dirigida específicamente a la extensión espacial de los parques, reservas y otros tipos de áreas protegidas.  En un post anterior, acogimos con satisfacción el esfuerzo por hacer operativa otra parte de esa meta, que se refiere no sólo a las áreas protegidas, sino también a “otras medidas eficaces de conservación basadas en áreas” (OMECs).  El esfuerzo internacional por incluir las OMECs en los objetivos mundiales de protección de la biodiversidad puede considerarse un reconocimiento de que la conservación y la sostenibilidad no pueden lograrse únicamente a través de enclaves protegidos en los que separamos a los seres humanos de la naturaleza, sino que también deben perseguirse garantizando que los seres humanos coexistan con la naturaleza de forma sostenible.

 

La diversidad como recurso

Al considerar estos objetivos, es importante recordar de vez en cuando la meta a la que están destinados a contribuir: mantener la biodiversidad.  La palabra biodiversidad es una forma abreviada de referirse a la belleza inmensamente variada del mundo natural.  La biodiversidad es también un recurso del que se nutren los ecosistemas y que les proporciona los medios para adaptarse al cambio.  La biodiversidad proporciona redundancia dentro de un ecosistema: diferentes organismos que pueden realizar las mismas funciones en un ecosistema, pero cada uno de ellos de forma ligeramente diferente, lo que, en última instancia, confiere al sistema resiliencia.

Podemos pensar en la diversidad cultural de forma similar.  Además de ser algo que hay que celebrar por derecho propio, la diversidad cultural es un recurso que podemos aprovechar.  Las distintas culturas tienen diferentes formas de entender el mundo y de vivir en él, y muchas tienen una profunda experiencia arraigada en su interconexión con la naturaleza.  Esta diversidad de enfoques, experiencias y visiones del mundo puede ser una fuente de soluciones a los retos que afrontamos hoy en día.  Esto se aplica ciertamente al reto de aprender cómo pueden coexistir los seres humanos y la naturaleza.  Los pueblos indígenas, en particular, han desarrollado a lo largo de los siglos actitudes, conceptos y métodos prácticos para crear medios de vida al tiempo que mantienen ricas culturas y protegen la naturaleza y su biodiversidad.  Los territorios indígenas se encuentran en todo el planeta y son reconocidos como las zonas de mayor biodiversidad del mundo. Tomar en serio la experiencia de los pueblos indígenas puede ser la clave para aprender a extender los valores ambientales más allá de las áreas protegidas, para mantener la biodiversidad restante y crear paisajes sostenibles en todas partes.

Ya se sabe mucho.  Por ejemplo, muchas comunidades indígenas tienen una ética de la interconectividad que guía su forma de interactuar con la tierra y de gestionar los ecosistemas que los sustentan.  En la cosmovisión indígena, los seres humanos no están separados de la naturaleza, sino que existen en ella, están conectados a ella y son sus administradores. Los territorios indígenas en los que la cultura, la identidad y la conexión con el territorio dan forma a la administración del medio ambiente, los medios de vida y el bienestar colectivo son ejemplos de cómo los seres humanos pueden vivir en armonía con la naturaleza. Entre los rasgos más destacados de su composición se encuentra un fuerte sentido de identidad y conexión entre la gente y los paisajes terrestres y marinos. En estos territorios existen sofisticadas prácticas de gestión que incluyen zonas de no uso, de gestión sostenible y otras, y enfoques de gobernanza que permiten aplicar y hacer cumplir normas y procedimientos para utilizar los recursos naturales de forma sostenible, conservar la salud y la diversidad de la fauna, la flora y los hábitats, y cuidar el bienestar de cada miembro de la comunidad.

 

Restableciendo conexiones saludables y paisajes sostenibles

La apreciación de las lecciones que ofrecen estas comunidades puede servir de inspiración para dos líneas de acción interconectadas en la búsqueda global de la conservación de la biodiversidad y la sostenibilidad.  Una de ellas es cambiar los patrones que siguen perturbando las relaciones entre el ser humano y la naturaleza para evitar más daños.  Los gobiernos nacionales e internacionales pueden identificar dónde se gestionan los paisajes de forma sostenible, tratar de entender qué contribuye a las relaciones y formas saludables de toma de decisiones en ellos y a qué amenazas se enfrentan, y proporcionar las salvaguardas institucionales y financieras para potenciar estos procesos locales.  En el centro de cualquier esfuerzo gubernamental en esta dirección debe estar el compromiso de garantizar una gobernanza equitativa y dar pleno reconocimiento y protección legal a estos sistemas. Exploraremos más este tema en futuros artículos

La otra línea de actuación consiste en aprovechar las lecciones de los paisajes gestionados de forma sostenible y aplicarlas en otros entornos para restablecer conexiones saludables entre el hombre y la naturaleza allí donde se han perdido.  Esta línea de acción tiene que ver tanto con la restauración de las relaciones como con la restauración de los ecosistemas.  Implica alimentar las identidades basadas en la interconectividad con los paisajes y el sentimiento de pertenencia.  Implica desarrollar actitudes, prácticas e instituciones que se preocupen por el bienestar de toda la comunidad y la sociedad.  Implica crear las condiciones necesarias para que las comunidades locales puedan convertirse en protagonistas de los esfuerzos de conservación y desarrollo sostenible.

Mientras las partes del CDB intentan acordar un sucesor de las metas de Aichi, una de las cuestiones que hay que decidir es cuáles serán las metas espaciales.  En última instancia, sin embargo, en la medida en que el debate gire en torno a si la cifra debe permanecer en el 17% de la tierra terrestre, o si debe aumentar al 25% o al 30%, se pierde el punto.  Los valores medioambientales deben extenderse más allá de las áreas protegidas para reincorporarse a los paisajes sostenibles en todas partes.

El mundo tiene un largo camino por recorrer antes de poder conseguirlo.  Sin embargo, el reconocimiento de que la sostenibilidad puede lograrse en paisajes donde coexisten los seres humanos y la naturaleza—en los OMECs—es un paso en la dirección correcta.  En este sentido, una tarea vital para la comunidad mundial en los próximos años será aprender sobre los paisajes ecosociales sostenibles, identificándolos allí donde ya existen, hayan sido o no reconocidos como OMECs, creándolos proactivamente allí donde se necesita una transformación más profunda, estudiando cómo y por qué funcionan, y viendo cómo difundir las lecciones aprendidas.

Para proteger la biodiversidad y la naturaleza, nuestro objetivo ahora debe ser que cada parte del planeta se convierta en un paisaje sostenible.  Tenemos que aprender a coexistir con la naturaleza, no aislarnos de ella.

 

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